Elinor Ostrom (1933-2012) no sólo fue la primera mujer en ganar el Premio Nobel de Economía en el año 2009, sino que sus trabajos sobre el análisis de la gobernanza económica, especialmente de los recursos compartidos, acicatearon viejos debates sobre los derechos que tienen los ciudadanos tanto de los bienes tangibles como de los intangibles.
La teoría económica política ha clasificado los bienes entre públicos y privados. Frente a esta práctica consuetudinaria, Ostrom presentó una forma diferente de catalogarlos. El comunicado de The Royal Swedish Academy of Sciences afirmó que su trabajo fue escogido «por su análisis de administración económica y la organización de la cooperación»,
además demostró cómo los bienes comunes pueden ser administrados de forma efectiva por un grupo de usuarios.
A raíz de lo planteado por Ostrom y otros pensadores como el español Antonio Lafuente, se habla del “procomún”, que es una adaptación del commons anglosajón. Si lo vemos con detenimiento es algo viejo presentado bajo parámetros nuevos: el procomún son esos bienes que nos pertenecen a todos y por ende, deben ser protegidos y gestionados para el bien común. ¿Cuáles son esos bienes? Pues el aire, el agua, el mar, los ríos, los pastos, los bosques entre otros, pero también las calles, las plazas, el idioma, el genoma, la Internet, Wikipedia y otros tantos conocimientos que son de utilidad para el ser humano y que artilugios legales tratan de cercenar su libre acceso. Son bienes naturales, culturales, corporales; son plurales porque trascienden a las fronteras geopolíticas, pero gozan de una característica que los distinguen: son elusivos; los apreciamos cuando se tornan escasos o en peligro de extinción.
Procomún es un concepto que se está definiendo. En el párrafo anterior hablamos de algunas características que los distinguen, pero hay que agregar que es un modelo de gobernanza para el bien común. Tiene que ver con esos bienes que son de todos y que no pertenecen a nadie. Toda una gran discusión se ha reabierto gracias al premio concedido a Elinor Ostrom, pero también gracias a la tecnología, al software libre, los códigos abiertos, donde el usuario tenga la libertad de poder modificar la fuente del programa sin restricciones de licencia, lo que va contra la práctica de muchas empresas de software que encierran el código, ocultándolo y restringiendo los derechos.
Lafuente define el procomún como “lo que es de todos y de nadie al mismo tiempo”; defiende la apertura del conocimiento y la democratización del mismo. Este planteamiento trae consigo una fuerte discusión filosófica que debe llegar a la política y expresarse en la legislación. Lafuente plantea que se debe impedir la privatización del conocimiento de “la función fotosintética, el ciclo de los nutrientes o la polinización de las plantas, las semillas, los fondos oceánicos y los acuíferos”, estos son importantes para nuestra generación y para el futuro de la humanidad.
La Academia Sueca vigorizó un debate que se venía dando en las universidades y planteado en algunos libros y producciones cinematográficas. Hoy se habla del bot. Por ejemplo, en Wikipedia se utiliza el bot. Un bot es un programa informático que imita el comportamiento de un humano. El cine ha recreado la idea de la inteligencia artificial como una forma más de vida en el futuro de la Humanidad, con sus beneficios y peligros.
El procomún definitivamente es un tema de economía social. Es la gestión de toda esa riqueza invisible en provecho de todos e incluso, conlleva enfrentar serias situaciones peligrosas como se ha planteado. Nos conduce a desarrollar contenidos que el neoliberalismo soslaya, tales como la equidad, la transparencia, la diversidad, la libertad, entre otros. Ideas que son transversales en las organizaciones de la economía social, como el cooperativismo, donde se debe integrar lo ético y lo económico, lo colectivo y lo individual. La economía social se fundamenta en la confianza y en la reciprocidad fraterna, porque, al igual que el procomún, nace de la interacción de una comunidad reunida alrededor de un tema o de un problema. El procomún empodera a los afectados que reclaman derechos amenazados, usurpados o destruidos.
El problema de la cementera de Los Haitises en el pasado, o de Valle Nuevo ahora, ambos en la República Dominicana, afectan intereses difusos – nombrados así porque no pertenecen a ningún individuo considerado en particular sino que, por el contrario, pertenecen a la sociedad toda– lo que ha permitido hacer visible a comunidades emergentes de personas inquietadas que utilizando la tecnología de la Internet, se ha unido y apoyan las medidas de salvaguarda de los predichos intereses colectivos, manifestando una voluntad de construir un mundo más justo, un mundo más procomún.
El autor es Isidro Toro Pampols, consultor organizacional, asesor del Idecoop.