sábado, 6 de enero de 2007

El cuento del Peje Espá

El cuento del Peje Espá



El cuento es expresión literaria popular que recoge
la esencia del espíritu de las costumbres
y tradiciones de la comunidad.
Algunos cuentos han dado origen a frases populares,
como la de “pagar el pato” (que se dice también “pagar los platos rotos”).
Otros, como los de Pedro Rimales,
contribuyen a mantener la presencia de la picaresca española.
Los hay de mágica ayuda, como el de El gato con botas,
los de animales que personifican la eterna lucha entre la astucia y la fuerza,
como los de Tío Conejo y Tío Tigre, y los del eterno enfrentamiento
entre el compadre rico y el compadre pobre.

En Barlovento, al oriente del estado Miranda, Venezuela,
existe una leyenda referida a la relación de una muchacha y un pez.
La joven fue raptada por el anfibio y vivieron en la Laguna de Tacarigua.
Posiblemente sea éste el origen del tierno cuento del Peje Espá,
de belleza no común, que recogió de labios del pueblo
el desaparecido intelectual Juan Pablo Sojo.




CUENTO DEL PEJE ESPÁ

Estos eran dos niños, una hembra y un varón, que vivían con sus padres en un rancho. Todos los días iban a buscar leña al monte. Una vez, después de un aguacero, la muchachita halló bajo una mata un pocito de agua. Y en el pocito un pequeño pez.

La niña se quedó allí contemplando el pececito, mientras su hermano continuó su camino. A poco rato la niña comenzó a cantar en esta forma:

Con mí palanquilla,
sirena, unangolá.
Y mi maridito,
sirena, un pejespá
.

Volvió a repetir este canto, y el pez salió inmediatamente a flor de agua, contestando:

-Cayón, cayán, cayán llegó.

Contemplando el pocito de agua la encontró su hermano, preguntándole:

-¿Qué haces, mi hermanita?

-Aquí, mirando un pescadito con quien me voy a casar.


Siguieron hasta el rancho y nada se habló de esto. Al día siguiente, muy temprano, salieron los hermanos a cortar leña. La muchacha llevó migas de pan al pececito, cantándole la misma canción del día anterior, y con la consiguiente contestación del pez.

Así pasó el tiempo. Ya el pozo era grande y profundo y su habitante alcanzaba un enorme tamaño. La muchacha era ya una señorita, y los padres se pusieron maliciosos porque ella se tardaba mucho cuando iba a buscar leña. Interrogaron al hermano y él no pudo seguir guardando el secreto. Dijo que un enorme pez espada hablaba con su hermana cuando ella le cantaba una canción.

Al día siguiente, sin que los hijos se dieran cuenta, marcharon tras ellos y pudieron presenciar cómo el pez salía del agua y contestaba a la muchacha. Después que ésta se internó en el monte, acercáronse y el padre cantó:

Con mi palanquilla,

sirena, unangolá.
Y mi maridito,
sirena, un pejespá.


El pez, al oír el vozarrón, se hundió más aún en lo profundo del agua. Entonces, la madre cantó imitando la voz de su hija:

Con mi palanquilla,

sirena, unangolá.
Y mi rnaridíto,
sirena, un pejespá
.

Engañado, el pez salió en seguida cantando:

-Cayón, cayán, cayán llegó.

Rápidamente el padre le dio un golpe con el machete, matándole. Lo sacaron fuera y lo llevaron al rancho. Allí lo abrieron y prepararon para la cena. Las escamas las pusieron en el baúl de la muchacha.

Cuando ésta vino, fue a comer y no sintió hambre. Entró en su cuarto, y al abrir el baúl halló las escamas. Grande fue su dolor al darse cuenta de la muerte del pez. Salió corriendo hasta la orilla del pozo, hallándole seco. Allí regó las escamas y lloró desconsoladamente.

Los padres, al percatarse de su ausencia, corrieron en su busca. Sólo encontraron a flor de tierra sus cabellos, que ya también se iban hundiendo. Tiraron de ellos, tiraron de ellos desesperadamente, pero fue inútil. La muchacha se hundió bajo la tierra.