La visita de Gardel a Caracas Lo que el pueblo quiere lo quiere el gobierno
Con Gardel fallece un venezolano. El margariteño Alfonso Azaf, quien trabaja para él y había sido contratado en Puerto Rico.
En 1935, el mismo año en que se produjo la muerte del general Gómez, Caracas sufre de “gardelitis”. El 25 de abril llega a La Guaira a bordo la motonave norteamericana “Lara” Carlos Gardel, quien se le conocía como “El morocho del abasto”, “El zorzal criollo” o “El mudo”, como también se le llamaba en sentido humorístico. Su estadía conmueve a la gente de todos los estratos sociales de la Capital. La Broadcasting Caracas anuncia el acontecimiento del siglo. La expectativa que la presencia del argentino despierta, amenaza superar la del también cantante Alfonso Ortiz Tirado, el boxeador Kid Chocolate, quien derribara al “pollo de la palmita”, e incluso la del torero Juan Belmonte.
Y es que Gardel viene precedido de mucha fama y sus publicistas saben crear cierta expectativa, no muy difícil de lograr en una ciudad que goza de poca oferta para divertirse, y un tanto agotada por la tensión política y los tradicionales espectáculos de ópera en el Teatro Nacional. Lo de Gardel es algo nuevo. La mujer caraqueña lo celebra al tiempo que Gardel la embruja con su canto y su encantadora simpatía.
Llega por La Guaira, donde lo esperaba tanta gente, se calcula en tres mil, que se ve obligado a refugiarse en una fábrica de vidrios, propiedad de Jesús Corao. Sus guitarristas Domingo Riverol, Guillermo Desiderio Barberi, José María Aguilar y por supuesto, el compositor y amigo suyo Alfredo Le Pera, le acompañan. Junto con Luis Plácido Pisarelo almorzaron en el Hotel Miramar, de Macuto.
Abordan el tren que los traería hasta Caracas. Sale de Macuto a la 1,30 p.m y llega a Caño Amarillo a las 3,30 p.m. En la estación, lo espera una verdadera multitud, expectante, ansiosa de conocer aquella figura que había revolucionado el canto popular.
Se traslada hasta el Hotel Majestic, un lujoso edificio de cuatro pisos, “el más moderno y mejor situado de la ciudad”. Llega allí caminando en medio de los aplausos de la gente que lo sigue entusiasmada y festiva. Debuta al día siguiente en el Teatro Principal, donde realiza nueve presentaciones. Una de sus funciones, a un costo de un Bolívar.
La prensa se ocupa de resaltar en primera plana la presencia del visitante argentino. Luego ocurre en Colombia el accidente aéreo que le quita la vida. La fama del cantante se extiende como la espuma.
En todas partes se comentaban las cualidades de Gardel, su voz, su bonhomía, su aspecto varonil. En cualquier esquina se escuchaba a la gente del pueblo tatarear “La Comparsita” o “El día que me quieras”. Quizás el tango más representativo, por su letra, por lo que tiene de dramático y quejumbroso, porque recoge su espíritu de nostalgia y resignación y al mismo tiempo muy humano, es “Silencio”.
El general Gómez le invita a Maracay para que le cante en familia. El suceso se da de la siguiente manera: Pierre René Deloffre, dueño de “La Suisse” habla con Gonzalo Gómez, hijo del Presidente:
-¡Coronel, yo quiero preparar en el Miramar, un gran homenaje del Gobierno a Carlos Gardel, sin cobrar absolutamente nada, pero creo debemos asociar el nombre del Benemérito general Juan Vicente Gómez a Carlos Gardel! ¡El pueblo está como loco! El benemérito debe estar presente.
–El coronel Gonzalo Gómez plantea el asunto en Maracay.
-La gente nunca me ha visto con cantantes, ni detrás de los artistas, pero es bueno que se sepa que si el pueblo quiere al señor Carlos Gardel, el gobierno también lo quiere. Lo que el pueblo quiere –repitió- lo quiere el gobierno. Así es que vamos a recibirlo aquí en Maracay, en familia, para que nos cante... Pero díganle al señor Becker, que ponga el Hotel Miramar a la orden de quienes traen al señor Gardel, para que hagan allí lo necesario.
La jugada comercial del dueño de “La Suisse” buscando propaganda, le sale mal. Mientras que León Becker, gerente de Hoteles Unidos de Venezuela, la competencia, sale ganando sin proponérselo.
Volvamos momentáneamente a la estación de trenes de caño Amarillo. El público plena los espacios incluyendo las cuadras adyacentes. La orquesta Ayacucho I lo recibe en el anden. Interpreta la popular melodía “El Cumaco de San Juan”. El público lo divisa. Las barreras no ofrecen resistencia al impulso de la gente. Los atriles de los músicos sufren la embestida de la multitud que se avalancha sobre la locomotora. A Gardel se le hace imposible abordar el vehículo. El mismo sufre un desperfecto. Tiene que caminar. La multitud lo acompaña. Caracas se vuelve como loca. Preocupados acuden al Gobernador y este responde lacónicamente:
-Es mejor que se ocupen de Gardel y no de otras vainas...
El número telefónico 21422 del teatro Principal no se da abasto para las reservaciones. Precios: patio y orquesta: Bs. 6. Balcón numerado Bs. 4. Galerías Bs. 2.
El día del debut las fuerzas del orden trabajan en exceso para mantenerlo. Se apagan las luces y aparece la revista Pathe, con las ultimas noticias: el carpintero Hauptmann, en la antesala de la Silla Eléctrica por el secuestro y muerte del niño Limbert. Luego, un cortometraje del Walt Disney: Mickey Mouse en el Perro Robado. Antes de iniciar la presentación de Gardel, el estreno de la película Por Partida Cuadruple, de Charlie Chase.
El delirio colma la sala. Las mujeres le lanzan zapatillas y otras prendas. Mientras que en los Estados Unidos, aquella noche del 25 de abril, los pobladores escuchaban con atención el discurso del presidente Roosvelt trasmitido por la radio, referido a la terrible crisis económica mundial, en Caracas la sociedad acomodada se entregaba a la alucinante melodía de Carlos Gardel.
Pero no todos participan de la fiebre de la “gardelitis”. En algunas iglesias se condena el tango por “sus letras indecentes, muy peligrosas para la juventud; especialmente para las niñas.” El Maestro Sojo prohíbe terminantemente hablar de Gardel en la Escuela. Pisarello comenta en la radio que “el repertorio de Gardel lo pueden cantar hasta los niños de escuela.” Los chistosos señalan que, según Pisarello, si fuera maestro de escuela los niños en vez de cantar “El Himno del Árbol”, cantarían “Melodía de Arrabal”.
Una persona que se identifica como “Clara y raspada” afirma que Gardel es pésimo. El comentario es la comidilla de las sociedad caraqueña. ¡Que bruta! Es lo menos que dicen del atrevimiento de la critica.
La mujer caraqueña se encubre en el seudónimo. “El Nuevo Diario” presenta una encuesta dirigida a las damas: ¿Qué le gusta y qué le disgusta de Carlitos?. Las respuesta la pueden dar por teléfono y no tienen que dar el nombre. Comienzan a aparecer los seudónimos más sugestivos: “Romántica”, “Mal querida”, “Trastornada”, “Mariposa” y más...
Catorce mil quinientas personas ven a Gardel en siete días. El artista solicita rebajar el precio de las entradas: Patio numerado Bs. 4; Balcón Bs. 2; Galerías Bs. 1.
Mientras en el Principal y el Rialto Gardel deleita a su público, en el Teatro Municipal el Maestro Sojo hace gala de su arte. Trescientas personas va a verle y el concierto es retransmitido por la Broadcasting Caracas. Las voces de María Teresa Castillo, Pomponé Planchart, Oliveira de Prieto, Tomas Ojeda, Belé Maldonado, Lucía Malavé y las señoritas Morales Lara interpretan “El Curruchá”, “El Compae Facundo”, “Rosal” entre otras.
En esos días gardelianos el Jobo Pimentel entrega a “El Heraldo” la siguiente sal de Pim:
El Hombre que no Oyó a Gardel
“Yo no soy, a Dios gracia, argentino
y si lo digo así, no es por desprecio,
pues, también, a Dios gracias, no soy necio,
mejor dicho, cretino,
para ignorar que honroso hubiera sido
-no sólo para mí, para cualquiera-
en país tan glorioso haber nacido;
pero ser argentino en esta era,
y estimar ese pueblo el alto rango,
debe ser, con certeza,
causa de mil dolores de cabeza,
sólo por causa del maldito tango.
Por su culpa, imagino
Que sobrará quien crea
Que el sesudo y viril pueblo argentino,
El de Belgrano, Mitre y Necoechea,
¡y hasta del mismo Rosas, que caray!
Un monstruo, pero macho, si los hay;
El noble pueblo, en fin,
Que produjo el egregio San Martín,
Hoy, a juzgar por lo que el tango reza,
Es un pueblo sin bríos ni cabeza,
Llorón, afeminado y borrachín.
Y como yo –se cae de maduro
como se cae un mango-
tal cosa ni por pienso me figuro,
soy enemigo personal del tango,
y el solo caraqueño, de seguro,
que ha “brincado” a Gardel,
y los demás tanguistas como él.
Comprendo que esto no le importe mucho,
Ya que cansado está de tener llenos;
Más yo, en pro de Argentina, no lo escucho,
Y si fuera argentino, mucho menos”.
Gardel parte para Colombia y el 24 de junio la voz de Francisco Fossa Anderson, por la Broadcasting Caracas, anuncia que en el aeródromo “Olaya Herrera” de la ciudad de Medellín, a las 3 y 10 minutos de la tarde se produce el terrible accidente. El trimotor “Ford” S-31, de la SACO, aparato que recién había aterrizado en el aeródromo, procedente de Bogotá, con el fin de abastecerse de combustible, cuando intenta la maniobra de despegue con sus tres motores en marcha, rodando por la pista, se desvió y embiste contra el trimotor “Manizales” de la “Scadta” que se encuentra estacionado en los hangares y el cual había aterrizado minutos antes y se preparaba para ir a la capital de Colombia. El narrador grafica la noticia señalando que el impacto fue de tal magnitud que ambos aparatos tomaron una altura aproximada de veinte metros. Una inmensa bola de fuego se apodera inmediatamente de las naves y los tanque llenos de combustible estallan generando un fuego que no es controlado sino hora y media después. El cadáver de Gardel se identifica por la dentadura y por un anillo que siempre llevaba consigo. Una guitarra que le había obsequiado en Bogotá queda media destruida por las llamas.
Caracas se entrega al luto. En San Juan, La pastora, San José y en otras parroquias encienden velas frente a retratos del cantante. No falta quien haga un negocio de la tragedia. Se venden tarjetas en la que se ofertan ver a Gardel en el cielo:
-¡Vea a Gardel en el cielo! ¡Vea a Gardel en el cielo!, repite el vendedor.
-¡Por medio Usted puede ver a Gardel en el cielo!
La tarjeta consiste en una cartulina tamaño postal con la figura del cantante y en la nariz se destaca un punto. Las instrucciones indican que debe ver fijamente el punto durante un minuto y luego cerrar los ojos. Inmediatamente los abres y mira hacia el cielo.
El efecto óptico sugestiona a mucha gente:
-¡Es verdad! ¡Allí está! ¡Clarito!.
Con Gardel fallece un venezolano. El margariteño Alfonso Azaf quien trabaja para él y había sido contratado en Puerto Rico.
Sobre la muerte de Gardel comienza a tejerse mil conjeturas. Aún treinta y más años después del accidente hay quienes han afirmado que Gardel aún vive. No han faltado “hijos” que reclaman el derecho de ser reconocido como tales. Otras historias son un tanto más truculentas. Espiritistas afirman hablar con Gardel y más de uno se presenta para conocer la versión de la historia.
Pero lo que afirmar Oscar Yanes, es que un periódico del interior había anunciado dos días antes, el 22, la muerte de Gardel. Comenta que la gente intenta quemar los talleres. Pero al ocurrir el accidente, el Director no se atreve a publicar la verdadera noticia.
Cada admirador de Gardel y de sus tangos, tiene sus preferencias. El prestigioso escritor argentino Julio Cortázar se expresa de esta manera:
“Escucho una vez más “Mano a mano” que prefiero a cualquier otro tango y a todas las grabaciones de Gardel. La letra, implacable en su balance de la vida de una mujer que es una mujer de la vida, contiene en pocas estrofas “la suma de los actos” y el vaticinio infalible de la decadencia final. Inclinado sobre ese destino, que por un momento convivió, el cantor no expresa cólera ni despecho.
Rechiflado en su tristeza, la evoca y ve que ha sido en su pobre vida paria sólo una buena mujer. Hasta el final, a pesar de las apariencias, defenderá la honradez esencial de su antigua amiga. Y le deseará lo mejor, insistiendo en la calificación:
Que el bacan que te acamala tenga pesos duraderos,
que te abras en las paradas con cafisbos milongueros,
y que digan los muchachos:
“Es una buena mujer”.
Tal vez prefiero ese tango porque da la justa medida de lo que representa Carlos Gardel. Si sus canciones tocaron todos los registros de la sentimentalídad popular, desde el encono irremisible basta la alegría del canto por el canto, desde la celebración de glorias turfístícas basta la glosa del suceso policial, el justo medio en que se inscribe para siempre su arte es el de este tango casi contemplativo, de una serenidad que se diría hemos perdido sin rescate. Si ese equilibrio era precario y exigía el desbordamiento de baja sensualidad y triste humor que rezuma hoy de los altoparlantes y los discos populares, no es menos cierto que cabe a Gardel haber marcado su momento más hermoso, para muchos de nosotros definitivo e irrecuperable. En su voz de compadre porteño se refleja, esto sonoro, una Argentina que ya no es fácil evocar.”
Otra opinión, la de Jorge Luis Borges, con su estilo característico, un tanto sardónico señala lo siguiente:
"Los payadóres y milongueros anteriores a él habían canturreado casi en voz baja, con una entonación que oscilaba entre lo cantado y lo oral Carlos Gardel fue acaso el primero que dejó ese desgano y canto con toda la voz. Fue también el primero que acometió con toda deliberación lo patético. Los letristas escribieron tangos para él, que le permitían (... ) un sollozo o queja final. Los versos eran casi siempre sentimentales y a veces rencorosos; Gardel las cantaba con cierta indiferente premura y una que otra vez con cinismo, salvo en el caso de los últimos. Cuidaba mucho sus grabaciones; no se resignaba al menor error, excepto en la versión definitiva, en la que deslizaba alguno, para dejar en los oyentes una impresión de espontaneidad. Muerto el hombre, la perdurable voz sigue cantando y conmoviendo.
He conversado con algunos de sus amigos, su obligada condición de profesional que debía ganarse la vida no le impidió ser muy generoso. Bastaba que uno le dijera que andaba necesitado, para recibir de su mano un fajo de billetes, que él no contaba. Es natural que conociera muchas mujeres. Pude haberlo oído cantar en los cinematógrafos, y nunca lo oí; su gloria máxima fue póstuma.
Ha tenido mucho imitadores; ninguno, me aseguran, lo iguala. Buenos Aires se siente confesada y reflejada en esa voz de un muerto.
La gente lo apoda con afecto. El Busto que Sonríe o, con, más gracia, El Mudo. El primer apodo alude a su monumento, en el cementerio del oeste, donde llegan homenajes de flores.
Días pasados oí decir. ¡Ese Gardel! Cada día canta mejor.”
Otras opiniones:
Odio a Carlos Gardel porque su sonrisa se parece a la de Juan Perón
-Ahora, 1986
“Gardel tiene la culpa de los males argentinos, porque además de inventar el tango, inventó el rezongo. Los personajes de los tangos se pasan todo el tiempo quejándose de algo.”
El País. 1978
Se dice que Gardel cantó para el general Gómez uno de sus tangos, a petición de éste. Se trataba de “El Gallo Bataraz”. Y que el dictador le obsequió una bolsita con morocotas. También se ha dicho que Gardel entregó parte del dinero a los lideres anti-gomecistas que vivían clandestinamente en Caracas. Posiblemente esto último es una versión difundida por sus admiradores para disipar el significado de haberle cantado en privado al dictador. Quizás fue verdad. En fin, a la luz de la historia, este hecho pasa sin mayor ruido.
Bibliografía.
Rodríguez, Manuel Alfredo. Tres Décadas de Historia Caraqueña.
Verde M., Juan J. Caracas del recuerdo a la nostalgia. Tiro de Cerbatana. Caracas. 1997
Yanes, Oscar. Memorias de Armandito. Editorial Planeta Venezolana. 2da. Edición. Caracas. 2001