domingo, 31 de mayo de 2009

Junio

El nombre junio se una en castellano desde el año 1211. Viene del latín Iunius, sexto mes del año de nuestro calendario, que correspondía al cuarto mes en el antiguo calendario romano. Tiene 30 dias.. Según el Diccionario de Autoridades (edición de 1732) se le dio este nombra porque estaba dedicado a los juniores del pueblo, es decir, los menores de edad.
Se le representa simbólicamente mediante un cangrejo (Cáncer), también con un segador manejando su guadaña o transportando heno.
Existe otra representación entre los griegos: Faetón es hijo de Helio, el dios-sol. Faetón se desprende del cielo por imprudente, por pretender conducir el carro de su de su padre. En este sentido simboliza una aspiración por encima de las posibilidades.
En la mitología griega Faetón o Faetonte (en griego antiguo Φαέθων Phaéthôn, ‘brillante’, ‘radiante’) era hijo de Helios.
Faetón alardeaba con sus amigos de que su padre era el dios-sol. Éstos se resistían a creerlo y Faetón terminó acudiendo a su padre Helios, quien juró por el río Estigia darle lo que pidiera. Faetón quiso conducir su carruaje (el sol) un día. Aunque Helios intentó disuadirle, Faetón se mantuvo inflexible. Cuando llegó el día, Faetón se dejó llevar por el pánico y perdió el control de los caballos blancos que tiraban del carro. Primero giró demasiado alto, de forma que la tierra se enfrió. Luego bajó demasiado, y la vegetación se secó y ardió. Faetón convirtió accidentalmente en desierto la mayor parte de África, quemando la piel de los etíopes hasta volverla negra. Finalmente, Zeus fue obligado a intervenir golpeando el carro desbocado con un rayo para pararlo, y Faetón se ahogó en el río Erídano (Po). Su amigo Cicno se apenó tanto que los dioses lo convirtieron en cisne. Sus hermanas, las helíades, también se apenaron y fueron transformadas en alisos o álamos, según Virgilio, convirtiéndose sus lágrimas en ámbar.
La moraleja de la historia es un añadido posterior. En las primeras referencias homéricas Faetón es simplemente otro nombre del propio Helios. La sustitución de éste por Apolo como dios-sol sucedió más tarde que esta leyenda.
El tema de la estrella caída debe haber sido familiar en Israel, pues Isaías se refiere a él cuando amonesta al rey de Babilonia por su orgullo. La Enciclopedia Judía cuenta que «es obvio que el profeta, al atribuir al rey babilonio un exceso de orgullo, seguido de su caída, tomó la idea prestada de una leyenda popular relacionada con la estrella de la mañana». La imagen de la estrella caída reaparece sin nombre en el Apocalipsis de Juan. En el siglo IV Jerónimo tradujo ‘estrella de la mañana’ por «Lucifer», llevando el elemento mítico de la estrella caída a la mitología cristiana.
Imagen: La caída de Faetón, de Johann Liss, principios del siglo XVII.

Quitiplás: instrumento musical mirandino

Se emplea en las poblaciones del estado Miranda, con este instrumento los nativos forman una batería para acompañar los bailes o danzas de origen africano. Está compuesto por un conjunto de cuatro tubos de bambú, cortados junto a un nudo para que éste sirva de base y no se desflequen.
Pertenece al grupo de los idiófonos de golpe directo. El mayor de los tubos se distingue con el nombre de Macho o Pujao y uno menor con el nombre de Hembra o Prima. Cada uno de ellos requiere de un ejecutante que proceda a golpearlo rítmicamente contra el suelo cubriendo y destapando a la vez, alternativamente, la boca del tubo con la palma de la mano para variar así la altura del sonido. Los otros dos tubos más pequeños, son ejecutados por una sola persona, pues éstos son golpeados entre sí. El nombre de este instrumento es tomado del sonido característico del mismo, el cual al ser ejecutado repite onomatopéyicamente la palabra Qui-Ti-Plas.
Entre los instrumentos musicales empleados por nuestro pueblo, los membranófonos conservan un lugar preponderante en todas las ceremonias y fiestas, especialmente en las regiones de Barlovento, Puerto Cabello y el Zulia.
Alguien ha dicho que el tambor debe su difusión a que es el instrumento que mejor representa los latidos del corazón y quizás sea por ello su empleo en todos los tiempos como medio de comunicación, en las guerras, en las ceremonias rituales, en las fiestas populares, etc.
El maestro Juan Pablo Sojo nos describe los tipos de tambores más comunes en nuestro país. Todos tienen origen africano. Son ellos el Mina o Daborneyano, la Curbeta, (éstos para el baile colectivo). El Bantú, para el baile de parejas, y los Culepuyas que se dividen en Pujao, Bordón y Tiple.
Nos dice Juan Pablo Sojo que "Mina es una pequeña región de territorio de Guinea, Costa de Marfil, en el África Occidental, habitada por indígenas del grupo dahomeyano. De allí la razón del nombre de uno de los tambores que emplea nuestro pueblo.
Tomado de: Domínguez, Luis Arturo. Encuentro con el folklore en Venezuela. Editorial Cincel Kapelusz. Caracas. 1998

Glosario de pesas y medidas en el comercio rural venezolano

En casi todos los medios rurales de nuestro país se utilizan ciertas medidas tradicionales que entre los campesinos son corrientes y fáciles de comprender.
El tercio es una medida convencional que se utiliza para vender panela y yuca. Cuando se trata de la venta de la primera, el tercio lo constituyen veinticuatro panelas. Si se trata de yuca, el tercio equivale a cincuenta kilos.
La carga se compone de dos tercios.
La cana es igual a dos kilos.
El almud equivale a doce kilos, más o menos.
La fanega es igual a doce almudes.
El quintal es equivalente a cuarenta y ocho libras.
La libra es una medida de peso de valor variable en diferentes lugares: oscila entre 400 y 460 gramos.
La arroba equivale a doce kilos aproximadamente.
El pinche es igual a un kilo.
La hueva es una medida de capacidad que equivale a un kilo.
La canoa consiste en un cajón que tiene dos metros de largo, uno de ancho y otro de altura; se emplea en los medios rurales para vender granos.
El palito consiste en un bolso hecho de liencillo o de fique, que se utiliza para vender granos. Equivale a seis kilos.
La vara es igual a la distancia del extremo externo de la clavícula hasta la punta del dedo mayor, teniendo el brazo extendido.
La cuartilla es equivalente a ocho kilos.
La varilla se compone de unas dos varas y cuarto.
La cuarta es igual a veinte centímetros.
El jeme es equivalente a la distancia comprendida entre la punta del índice y el pulgar, teniendo estos dos dedos extendidos.
El tablón de caña es una medida equivalente a cien metros cuadrados de sembrado de calla.
La tarea equivale a una hectárea de limpieza de terreno para sembrar en conucos o haciendas.
Además de estas clases de pesas y medidas, existen la mediacana, el mediopalito y la mediacuartilla, que equivalen respectivamente a la mitad de la cana, el palito y la cuartilla.
Tomado de: Domínguez, Luis Arturo. Encuentro con el folklore en Venezuela. Editorial Cincel Kapelusz. Caracas. 1998

lunes, 25 de mayo de 2009

Atentados contra los miembros de la Junta Militar de Gobierno

La Caracas de inicio de los años 50 era puro rumores. Se hablaba de atentados contra los miembros de la Junta de Gobierno. Uno de los más publicitados se originó por la ocurrencia del propio comandante Llovera Páez, quien era sumamente bromista.
Resulta que un día estaba el Comandante en el restaurante “La Belle Epoque” comiendo con varios amigos. Los rumores estaban a la orden del día y al precitado Llovera Páez no se le ocurrió otra genial idea que la de soltar un fajo de petardos debajo una mesa. Cuando los triqui traquis estallaron, a más de uno le falto el aire y a otros les dió un soponcio.
Llovera en la barra muerto de risa decia:
- ¡Carajo! ¿Y esta es la gente que va a defender al gobierno?
Otra historia que cuenta Oscar Yanes se refiere al rumor de un atentado que resulto algo distinto: que al comandante Pérez Jiménez le echaron un vaso de whisky en una fiesta en el Country Club. La crónica realmente no fue así. En la casa de Juan de Mata Guzmán Blanco, en la Florida, diagonal al Club La Florida, le dieron una fiesta a la Junta Militar de Gobierno para celebrar la devolución de los bienes de peculado. Presente estaba Miguel Torres Cárdenas, hijo del celebre Torres Cárdenas del gobierno de Cipriano Castro. Dos versiones hay sobre el suceso. Una, que a Torres Cárdenas conversando con los miembros de la Junta se le vino un buche de whisky el cual le echo encima a Pérez Jiménez , reaccionando el Comandante con el ademán de sacar la pistola, a lo que Delgado Chalbaud le agarró por el brazo y le dijo: “cuidado, vale, cuidado”. La otra versión es que Torres Cárdenas le sirvió un whisky a Pérez Jiménez, quien no bebe, a lo que el oferente, totalmente ebrio, le dijo que se lo iba a hacer tomar, motivando la reacción de agarrar el vaso con una mano y llevando la otra a la pistola. A lo que Llovera Páez le dice: “Pérez, ¿qué vaina es esa?"
Las dos versiones son parecidas. Ahora, lo que es cierto es que Torres Cárdenas lo envían confinado durante seis meses a Tucupita y, de su parte, Delgado Chalbaud le dijo a sus compañeros de Junta que él no asistiría más nunca “a fiesta de borrachos ricos”.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Bolívar: “le haré sacar el otro ojo”

Rafael Diego Mérida, conocido como el “tuerto” por su defecto físico, es un nefasto personaje de la historia de principios del siglo XIX venezolano. Nace en Caracas el año 1762. Escribano de Cámara de la Real Audiencia de Caracas y durante la II República es Secretario de Gracia y Justicia y Policía.
En 1795 conoce como escribano del juicio instaurado por la RA sobre la huida del niño Simón Bolívar de la casa de su tutor, Carlos Palacio, y decidir en consecuencia. El niño se había refugiado en hogar de Pablo Clemente y María Antonia Bolívar. En 1799 se desempeña como “escribano originario y único” de la causa contra José María España, Manuel Gual y otros implicados en la conocida conspiración de Gual y España. En 1808 participa en la Conspiración de los Mantuanos. Viaja a España y regresa al país después de los sucesos del 19 de abril de 1810. En 1811 es secretario de la Sociedad Patriótica y en 1812 dirige un memorial contra Francisco de Miranda calumniándolo en el Congreso. En el salón de sesiones Mérida ofende a Miranda, disponiendo el Presidente del mismo el retiro de Mérida y un arresto de 20 días.
Tras la caída de la I república es hecho preso y liberado tras el triunfo de la Campaña Admirable liderada por Simón Bolívar. Es designado por El Libertador como Secretario de Gracia y Justicia y Policía, una de las tres secretarias que crea Bolívar en la organización del gobierno.
Tras la perdida de la II República, Mérida parte hacia Margarita, formando parte del triunvirato que designa Juan Bautista Arismendi para gobernar la isla. Tras la llegada de los realistas al mando de Pablo Morillo, Mérida huye hacia las Antillas. En Haití se alista en la expedición de Los Cayos, acompañándola hasta Carúpano, lugar donde se separa y se traslada a Curazao e inicia una campaña panfletaria contra la revolución emancipadora y Simón Bolívar en particular.
Tras el triunfo de la República en 1821, se traslada a Venezuela donde tiene desavenencias con el general Francisco Rodríguez del Toro, Intendente del país.
1823 Caracas es un hervidero de pasiones y Mérida se encuentra a sus anchas. Consumido por el resentimiento, ataca a honorables familias y reputaciones de personas. El 23 de julio de 1824 el coronel Diego Ibarra le escribe al Libertador: “Caracas está aparentemente tranquila, pero en realidad no lo está, porque existe allí Mérida, Pelgrón y la Alta Corte de Justicia, y todos aspirando a lo que se imaginan que puede ser y a coger lo que se presente. Mérida dio un pasquín contra usted, el cual lo habrá visto impreso por el general Páez en El Colombiano; se sabe que ha sido Mérida porque, con muy poca diferencia, dijo lo mismo en la Corte de Justicia. A padrino Marqués y a toda nuestra familia los ha vuelto locos con biografías y apéndices en que les dice que son unos godos, ladrones, etc.; en fin, este caballero, protegido por la Corte de Justicia y ayudado de algunos chisperos, tiene a Caracas alborotada; yo, en recompensa de esto y de todo lo que ha hecho durante su vida, le he ofrecido matarlo en cuanto vuelva a escribir una línea contra usted o contra cualquiera de nuestra familia, y pienso cumplirle al pie de la letra este ofrecimiento.”
María Antonia Bolívar de Clemente, hermana del Libertador, le escribe a éste el 29 de julio del mismo año: “Te diré algo de los asuntos políticos: esto sigue bien en lo que cabe y puede esperarse de un país de guerra, acostumbrado al robo y al desorden y al genio revolucionario de mis paisanos, a que se han habituado. Tenemos al señor Juan Escalona de intendente; hasta ahora nada se dice de él, pero puede que no pasen tres meses sin que haya algunas críticas; ahora no las ponen en las gacetas, sino en manuscrito; el bribonazo de Mérida ha tenido el atrevimiento de escribir contra todos los principales de Caracas y entre ellos los Toros, incluyendo hasta las mujeres, y el día que su malignidad te tome a ti o a alguno de mi familia inmediata en su boca, que no será mucho, porque Juanica se ha presentado, cobrándole seis mil y tantos pesos que le debe del hato del Totumo, hasta ese día no más escribe, porque le hago sacar el otro ojo a palos. Es un canalla que, valido de la protección que tiene de algunos de la Alta Corte, insulta por escrito a todo el que no es como él: gracias al señor Soublette, que lo dejó venir aquí, no debiendo permitirlo. Más mal experimentamos de los malos criollos que de los españoles; son enemigos internos con máscaras de patriotas.”
En 1825 es nombrado cónsul de la Gran Colombia en Curazao. El 6 de junio de 1825 le participa Santander al Libertador por carta: “Le remito un manifiesto de Toro sobre su Intendencia. No teniendo modo de salir de Mérida, le he dado una comisión para Curazao, en que puede servirnos últimamente sin riesgo de comprometer la República.” Luego, ratifica la noticia el 21 de enero de 1826: "A Mérida lo eché a Curazao con una comisión para que descansara el pueblo de Caracas."
En septiembre de 1825 le manifiesta a Santander, Vicepresidente de la Gran Colombia, que “había hecho abjuración escrita de sus errores y sus calumnias contra Bolívar…” y solicitaba se le diese el empleo de la Tesorería de Diezmos de Caracas, que no le fue concedida.
En 1828 publica en Curazao un folleto titulado Angustias de Colombia en 1828. Bolívar le escribe a Páez: “…Creo que convendría a usted mandase a Mérida en comisión a cualquier punto: de otro modo, nos tendría revuelto Caracas. Este sujeto es peor que todos los que usted ha echado: su naturaleza está herida en la maldición del cielo, y parece que en sus venas corre el veneno y en su mente reside el espíritu de Satanas.”
José Antonio Páez, jefe superior de Venezuela, le suspende el sueldo y le prohíbe la entrada a Venezuela.
Imagen: François Desire Roulin, Simón Bolívar. Lápiz sobre papel, 0,222 x 0,193.Bogotá, 1828.

martes, 12 de mayo de 2009

“El Hombre de las Brujerías” en la Caracas de 1851

En 1851 dos comerciantes norteamericanos residenciados en Caracas, Louis Baker y Salomón Humphrey se trasladaron a los EE UU con el fin conocer el telégrafo electromagnético inventado por Samuel Morse.
De regreso, solicitaron la concesión del servicio entre La Guaira, Caracas, La Victoria, Valencia y Puerto Cabello. Los negociantes solicitan la concesión en exclusiva por 10 años para “…el establecimiento de la comunicación instantánea por medio de alambres conductores del pensamiento, según el sistema Morse…” El gobierno no tomó en cuenta la oferta y argumentó que la Ley sobre Patentes de Invención no facultaba al Ejecutivo para otorgar ese tipo de exclusividad.
Según crónicas de la época privó más la falta de capital que otra cosa, lo que no amilanó a Humphrey para “buscársela” con su conocimiento.
Es así como adelanta una hábil campaña publicitaria en el periódico El Diario de Avisos, invitando a funciones nocturnas donde los parroquianos, a cambio de unas monedas, podrían familiarizarse con la técnica de comunicarse a larga distancia, algo realmente novedoso en aquel pueblote que era la Capital a mediados del siglo XIX.
“Desconfía y acertará” era la consigna que orientaba la actuación del Gobernador Político, don Marcelino de la Plaza y sobre la base de dar cumplimiento a las ordenanzas de seguridad y orden público, pero sobre todo por sospechar que tales presentaciones pudiesen ser una cubierta para ocultar conspiraciones políticas, estableció un riguroso seguimiento a las funciones programadas.
El tal Humphrey utilizó una casa por los lados de la esquina de La Palma, conocida también como El Juncal, para organizar sus presentaciones. Por diez centavos fuertes, o sea, un realito, se podía disfrutar del espectáculo. Y miren, ya se practicaba la sobreventa de boletos, lo que acarreó falta de compostura en el público, abucheos, pitas, cuchufletas y palabrotas que ofendía a las damas presentes.
El promotor ofreció, mediante avisos de prensa, mejorar espectáculo: aumentar el alumbrado, limitar la venta de entradas, acondicionar un salón para damas, entre otras. Esos cambios le permitieron mantener la oferta de la diversión a los caraqueños.
Sobre la tarima, “El Hombre de las Brujerías” explicaba el sistema Morse. Rodeado de varias mesas pequeñas, en las cuales colocaba unas pilas de Volta, rollos de cables de diferentes diámetros, varios frascos de distintos colores, un aparato trasmisor y otros objetos, mister Humphrey, en mangas de camisa explicaba, como colocando un dedo sobre determinada palanca y a un impulso del fluido magnético expedido por la batería era posible transportar el pensamiento escrito hasta lejanos confines y en breves segundos. El presentador de marra, fruncía la cara para lograr el ceño adusto de la concentración. En otro momento se presentaba jovial y locuaz, hablando en tono seductor y acariciando el espectro de lo misterioso. Todo aquello lo elabora en la medida que tiene la necesidad de mantener un flujo de público constante. Prepara temas que mantengan la atención del auditorio. Avanza en la medida que percibe que el público desea conocer más del enigma y acaricia la afirmación del contacto con lo divino y sobrenatural. Habla de los iluminados, de los espíritus, de la cabala, entra en el mundo de las supersticiones, de las fuerzas etéreas, del esoterismo, pero ramplón.
La presentación de la técnica del telégrafo era el abre boca para incursionar en la cosmogonía esotérica, sobre brujas, hechizos, exorcismos, escuelas de misterios, grandes hombres de la ciencias ocultas, la alquimia, el encuentro con el saber del más allá.
Todo llega a su fin y así los argumentos se fueron acabando por cansancio y por la llegada de información que en nada relacionaba el descubrimiento del telégrafo con las ciencias ocultas. Todo se diluyó y “El Hombre de las Brujerías”, sencillamente, un día desapareció.
En 1855, el ingeniero español Manuel de Montúfar obtiene el “derecho exclusivo de ejercer por el término de quince años, en la República, la empresa Telégrafo Electromagnético…” firmando ese mismo año el contrato para construir una línea telegráfica entre La Guaira y Caracas la cual se inauguró el 29 de mayo de 1856. Manuel Montúfar se le reconoce el haber introducido el telégrafo en Venezuela a pesar que “El Hombre de las Brujerías”, como se reconocía Humphrey, fue quien probablemente hablo primero del tema en el país.
Imagen: Caracas Plaza Mayor. Principios S XIX Federico Lessman JPEG

lunes, 4 de mayo de 2009

Historias relacionadas con la Cueva de Boquerón

Tras la inauguración de la autopista Caracas La Guaira, se desató una fiebre por buscar el tesoro de Monteverde el cual supuestamente estaba escondido en la Cueva de Boquerón. La leyenda precitada fue divulgada por un estudioso de las ciencias ocultas llamado Hellmund Tello y no fueron pocos los que se extraviaron en la inútil búsqueda. Solamente en un mes se perdieron más de quince personas, por lo que las autoridades prohibieron el paso a la zona.
Los centros espiritistas participaron en la polémica en torno a los sucesos ocurridos. Afirmaban que “había espíritus burlones en Boquerón” y esa era la causa de tantos accidentes que sucedían en la vieja carretera de La Guaira. Dicen los especialistas del momento en lo esotérico, que hay espíritus que se apegan al sitio donde fallecen sus cuerpos y tratan de atraer a otros para que los acompañen.
Lo cierto es que el precitado paso está a más de 600 metros de altura sobre el nivel del mar y a una distancia de unos 18 kms de La Guaira. Desde esa altura, se divisa una hermosa vista sobre el mar Caribe.
La Cueva de Boquerón objeto de la leyenda del tesoro de Monteverde fue localizada por José Roberto Vegas, quien lideraba un grupo que estaba conformado por el cónsul de los EE UU en La Guaira, J. H. Parmenton, seis exploradores y siete reporteros y fotógrafos.
El grupo realizó una minuciosa inspección de la cueva descubierta por Vegas, descendiendo por peligrosas grietas y observando pasadizos que no fueron totalmente explorados. No encontraron el tesoro, pero si un Cristo y una Biblia.
La historia es que ocho años antes, un señor de nombre Matías Gutiérrez había matado al abogado Quiroz Cabrera después que le embargara su última posesión, dejándolo en la completa ruina. Matías tenía unos chivos que pastoreaban por los lados de Boquerón, que también fueron retenidos. Tras el asesinato, huyó y se escondió en las grietas de Boquerón.
Una noche soñó con el Nazareno, quien le decía: “Matías, yo te he perdonado. Cumple ahora con la justicia de los hombres. Entrégate”.
Matías se entregó y tras cumplir su condena instaló una modesta bodega por los lados de “Ruperto Lugo”. Allí pasaba la vida decentemente con un esfuerzo importante ya que se levantaba diariamente a las dos de la mañana para buscar los víveres y venderlos durante el día.
Uno de los periodistas que participó en la búsqueda de la cueva relacionó el hallazgo del crucifijo y la Biblia con el caso de Matías. Este lo recibió con emoción señalando que eran su compañía en aquellos tiempos de soledad y constricción. Pidió que se lo dejaran e inmediatamente se trasladó a la iglesia de Santa Teresa para dejar en el altar del Nazareno de San Pablo la Biblia y el Cristo.

El tesoro de Monteverde

En tiempo de la inauguración de la autopista Caracas La Guaira se desató un frenesí por encontrar el tesoro de Domingo Monteverde. No fueron pocos los que se extraviaron por la parte de Boquerón en el cerro El Ávila buscando la fortuna que había dejado escondida el caudillo realista tras la conquista de Caracas al momento de fenecer la Primera República venezolana.
La leyenda del tesoro de Monteverde se sustenta en las acciones ocurridas durante el año de 1812, cuando el gobernador de Coro, brigadier José Ceballos, destacó una columna bajo el mando del capitán de fragata Domingo de Monteverde, quien había llegado a Coro con unas fuerzas conducidas por el mariscal de campo Juan Manuel Cajigal, con el fin de dar apoyo a las diversas partidas de insurrectos quienes desconocían la Independencia de Venezuela y proclamaban lealtad a la causa realista peninsular.
La invasión de Monteverde parte de Coro y culmina en Caracas. Según cuenta la leyenda que tanto él como sus oficiales confiscaron muchos bienes de los patriotas, especialmente de aquellos quienes intentaron salir del país por el puerto de La Guaira y fueron aprehendidos por las fuerzas leales al rey Fernando VII.
Oficialmente poco se dice del despojo y se comenta que Monteverde no pudo llevarse el tesoro a las campañas de Maturín ni tampoco cuando fue a Valencia. Igualmente Bolívar encontró poca cosa valiosa cuando entró en Caracas, a pesar que Juan Pablo Sojo recoge una leyenda barloventeña que desmentiría en parte lo señalado, ya que afirma que durante el paso por Barlovento de “la romería dolorosa del año 13, tras de ese pueblo que huía, guiado por Bolívar rumbo a Cumaná, quedaron rezagados un sargento y dos soldados, quienes arriaban unas espiadas mulas cargadas con algunos cofres de dinero. Allí en el Alto de Muruguata, o Mesa Grande, se detuvieron y… decidieron despachar al soldado fiel y allí mismo le dieron muerte, enterrándolo junto a los cofres.” (1)
Pero volvamos a lo nuestro. Cuenta la leyenda que Monteverde opto por esconder el tesoro en lugar seguro hasta tanto pudiera enviarlo a España sin revisarlo las autoridades reales. Para ello solicitó el concurso de un paisano rico dedicado al negocio de la usura, quien conocía una cueva por los lados del Ávila que hoy se conoce como de Boquerón. El comerciante cargó con ocho mulas y se hizo acompañar de un caporal y dos esclavos. Llegaron al precitado sitio de la cueva de Boquerón y escondieron los cofres. Luego el caporal mató a los esclavos y el comerciante asesinó al caporal. Cuando retornaba a Caracas fue muerto por esbirros de Monteverde, quedando en poder del Capitán de Fragata un mapa que le había suministrado el paisano.
Las circunstancias de la guerra hicieron huir a Monteverde hacia Puerto Cabello, posición que es sitiada por el ejército de Bolívar. En uno de los combates sufre grave herida perdiendo casi toda la mandíbula inferior lo que le obliga a abandonar la plaza sin tener oportunidad de buscar su tesoro.
La leyenda quedó y tras la inauguración de la autopista se le facilitó a más de uno acceder en búsqueda de la cueva y el tesoro. Las autoridades pasaron a vigilar la zona y prohibir el transito hacia la zona boscosa. Igualmente se comentaba por esos años que el general Juan Vicente Gómez, tras conocer la leyenda, ordenó la búsqueda de la fortuna, sin suerte alguna. Por lo que se decía que “si Gómez no lo encontró, eso no lo encuentra nadie”.
(1) Fuente: El Estado Miranda su tierra y sus hombres. Ediciones del Banco Miranda. Caracas, 1959