miércoles, 13 de mayo de 2009

Bolívar: “le haré sacar el otro ojo”

Rafael Diego Mérida, conocido como el “tuerto” por su defecto físico, es un nefasto personaje de la historia de principios del siglo XIX venezolano. Nace en Caracas el año 1762. Escribano de Cámara de la Real Audiencia de Caracas y durante la II República es Secretario de Gracia y Justicia y Policía.
En 1795 conoce como escribano del juicio instaurado por la RA sobre la huida del niño Simón Bolívar de la casa de su tutor, Carlos Palacio, y decidir en consecuencia. El niño se había refugiado en hogar de Pablo Clemente y María Antonia Bolívar. En 1799 se desempeña como “escribano originario y único” de la causa contra José María España, Manuel Gual y otros implicados en la conocida conspiración de Gual y España. En 1808 participa en la Conspiración de los Mantuanos. Viaja a España y regresa al país después de los sucesos del 19 de abril de 1810. En 1811 es secretario de la Sociedad Patriótica y en 1812 dirige un memorial contra Francisco de Miranda calumniándolo en el Congreso. En el salón de sesiones Mérida ofende a Miranda, disponiendo el Presidente del mismo el retiro de Mérida y un arresto de 20 días.
Tras la caída de la I república es hecho preso y liberado tras el triunfo de la Campaña Admirable liderada por Simón Bolívar. Es designado por El Libertador como Secretario de Gracia y Justicia y Policía, una de las tres secretarias que crea Bolívar en la organización del gobierno.
Tras la perdida de la II República, Mérida parte hacia Margarita, formando parte del triunvirato que designa Juan Bautista Arismendi para gobernar la isla. Tras la llegada de los realistas al mando de Pablo Morillo, Mérida huye hacia las Antillas. En Haití se alista en la expedición de Los Cayos, acompañándola hasta Carúpano, lugar donde se separa y se traslada a Curazao e inicia una campaña panfletaria contra la revolución emancipadora y Simón Bolívar en particular.
Tras el triunfo de la República en 1821, se traslada a Venezuela donde tiene desavenencias con el general Francisco Rodríguez del Toro, Intendente del país.
1823 Caracas es un hervidero de pasiones y Mérida se encuentra a sus anchas. Consumido por el resentimiento, ataca a honorables familias y reputaciones de personas. El 23 de julio de 1824 el coronel Diego Ibarra le escribe al Libertador: “Caracas está aparentemente tranquila, pero en realidad no lo está, porque existe allí Mérida, Pelgrón y la Alta Corte de Justicia, y todos aspirando a lo que se imaginan que puede ser y a coger lo que se presente. Mérida dio un pasquín contra usted, el cual lo habrá visto impreso por el general Páez en El Colombiano; se sabe que ha sido Mérida porque, con muy poca diferencia, dijo lo mismo en la Corte de Justicia. A padrino Marqués y a toda nuestra familia los ha vuelto locos con biografías y apéndices en que les dice que son unos godos, ladrones, etc.; en fin, este caballero, protegido por la Corte de Justicia y ayudado de algunos chisperos, tiene a Caracas alborotada; yo, en recompensa de esto y de todo lo que ha hecho durante su vida, le he ofrecido matarlo en cuanto vuelva a escribir una línea contra usted o contra cualquiera de nuestra familia, y pienso cumplirle al pie de la letra este ofrecimiento.”
María Antonia Bolívar de Clemente, hermana del Libertador, le escribe a éste el 29 de julio del mismo año: “Te diré algo de los asuntos políticos: esto sigue bien en lo que cabe y puede esperarse de un país de guerra, acostumbrado al robo y al desorden y al genio revolucionario de mis paisanos, a que se han habituado. Tenemos al señor Juan Escalona de intendente; hasta ahora nada se dice de él, pero puede que no pasen tres meses sin que haya algunas críticas; ahora no las ponen en las gacetas, sino en manuscrito; el bribonazo de Mérida ha tenido el atrevimiento de escribir contra todos los principales de Caracas y entre ellos los Toros, incluyendo hasta las mujeres, y el día que su malignidad te tome a ti o a alguno de mi familia inmediata en su boca, que no será mucho, porque Juanica se ha presentado, cobrándole seis mil y tantos pesos que le debe del hato del Totumo, hasta ese día no más escribe, porque le hago sacar el otro ojo a palos. Es un canalla que, valido de la protección que tiene de algunos de la Alta Corte, insulta por escrito a todo el que no es como él: gracias al señor Soublette, que lo dejó venir aquí, no debiendo permitirlo. Más mal experimentamos de los malos criollos que de los españoles; son enemigos internos con máscaras de patriotas.”
En 1825 es nombrado cónsul de la Gran Colombia en Curazao. El 6 de junio de 1825 le participa Santander al Libertador por carta: “Le remito un manifiesto de Toro sobre su Intendencia. No teniendo modo de salir de Mérida, le he dado una comisión para Curazao, en que puede servirnos últimamente sin riesgo de comprometer la República.” Luego, ratifica la noticia el 21 de enero de 1826: "A Mérida lo eché a Curazao con una comisión para que descansara el pueblo de Caracas."
En septiembre de 1825 le manifiesta a Santander, Vicepresidente de la Gran Colombia, que “había hecho abjuración escrita de sus errores y sus calumnias contra Bolívar…” y solicitaba se le diese el empleo de la Tesorería de Diezmos de Caracas, que no le fue concedida.
En 1828 publica en Curazao un folleto titulado Angustias de Colombia en 1828. Bolívar le escribe a Páez: “…Creo que convendría a usted mandase a Mérida en comisión a cualquier punto: de otro modo, nos tendría revuelto Caracas. Este sujeto es peor que todos los que usted ha echado: su naturaleza está herida en la maldición del cielo, y parece que en sus venas corre el veneno y en su mente reside el espíritu de Satanas.”
José Antonio Páez, jefe superior de Venezuela, le suspende el sueldo y le prohíbe la entrada a Venezuela.
Imagen: François Desire Roulin, Simón Bolívar. Lápiz sobre papel, 0,222 x 0,193.Bogotá, 1828.