viernes, 17 de abril de 2009

Del ingenio venezolano

El logro de Carlos del Pozo es de gran interés para los anales de la historia de la sabiduría en Venezuela. Se asombra Humboldt cuando, en su deambular por las tierras de los llanos venezolanos, llega a Calabozo y se encuentra “una máquina eléctrica de grandes discos, electróforos, baterías, electrómetros, un material casi tan completo como el que poseen nuestros físicos en Europa. No habían sido comprados en los Estados Unidos todos estos objetos; eran la obra de un hombre que nunca había visto instrumento alguno, que a nadie podía consultar, que no conocía los fenómenos de la electricidad más que por la lectura del Tratado de Sigaud de la Fond y de las Memorias de Franklin… aquel estimable e ingenioso sujeto, había comenzado a hacer máquinas eléctricas de cilindro empleando grandes frascos de vidrio, a los cuales había cortado el cuello. Desde algunos años tan sólo pudo procurarse, por vía de Filadelfia, platillos para construir una máquina de discos y obtener efectos más considerables de la electricidad.” Este portento de ingenio era Carlos del Pozo quien se alegra al ver a los ilustres viajeros admirar sus capacidades y al constatar que estos traían de Europa instrumentos parecidos a los construidos por él.
Aquello colmó la curiosidad de Humboldt y sus acompañantes: “Después de los aparatos eléctricos, obra de la industriosa sagacidad de un habitante de los Llanos, nada podía ya precisar nuestro interés en Calabozo”, sentencia el científico alemán (1).

Carlos Rivero Solar, don Carlos, había ideado la manera de traer agua al caserío “El Naranjito”, situado por los lados de Cabure, en la Serranía de Coro en el Occidente de Venezuela. El objeto de la aplicación era mover el trapiche, inventado por él. También creó un sistema para descerezar el café economizando tiempo y personal. Pero su imaginación volaba más allá de estas creaciones utilitarias: esos es, pensaba en volar y para ello ideaba la confección de dos inmensas alas.
Corre el año de 1888, año en que el Dr. Juan Pablo Rojas Paúl asume la Presidencia de la República, ordena la construcción del Hospital José María Vargas y crea la Academia Nacional de la Historia y el Observatorio Cajigal. Un domingo don Carlos intentaría sostenerse en el aire sin más ayuda que la de sus alas adheridas como prótesis a su cuerpo. El evento no fue en privado. Don Rufino Montenegro asistió en carácter de padrino y un grupo de parroquianos acompañaron al “pájaro Serrano” hasta la montaña situada al norte del caserío y conocida con el nombre de “La Soledad”
A unos sesenta metros de altura, tras la preparación de rigor, tanto física como espiritual, don Carlos se lanzó al vacío, controlando por segundos el equilibrio que le permitía un descenso lento y acompasado. De pronto lo inesperado, pierde el dominio y se desploma a tierra. Afortunadamente una copa de bucare impide que el golpe sea mayor.
Este relato que no trasciende al gran público, es considerado por algunos con la importancia de las pruebas que realizaron en otras latitudes idealistas que se reconocen como pioneros de la aviación (2).

Referencias:
(1) Siso, Carlos. La formación del pueblo de Venezuela. 7a edición. Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas 1986.
(2) Paredes, Luis H. Historia de la Aviación Militar Venezolana.2da. edición. Ministerio de la Defensa de Venezuela. Caracas 1978.