En Ruth encontramos relatos que nos narran como era la vida domestica en tiempos de los Jueces, situado alrededor del año 1100 antes de Cristo. Recordemos que los Jueces no eran magistrados de justicia como lo conocemos hoy. Eran caudillos que gobernaban las tribus de Israel. Eran líderes carismáticos que conducían al pueblo en pos de objetivos concretos, muchas de las veces contra enemigos que amenazaban la existencia del pueblo y la más de las veces, para ratificar la alianza con Dios.
Se entrelazan tantos temas interesantes en este libro bíblico, que obliga a ser cuidadoso en el tratamiento. Observamos que la futura familia de Ruth se traslada a las tierras de Moab. Tribu descendiente de Lot, pariente de Abrahám, quien había sido salvado de la destrucción de Sodoma. Lot comete, bajo engaño, incesto con sus hijas y de la descendencia nacen par de niños, uno llamado Moab, que fue el padre de los moabitas; y Ben-amí, fundador de los amonitas. En hebreo Moab significa por parte de padre. Y Ben-ami hijo de mi pueblo.
A pesar de estar emparentados con los israelitas, las relaciones entre ambos pueblos no siempre fueron amistosas (Nm 22-24; Jue 3.12-14, 26-30; 10.6-11.33).
Noemí y su esposo Elimelec con sus dos hijos, oriundos de Belén, se trasladan a las tierras de Moab a consecuencia de una hambruna que afectaba a su pueblo. Los moabitas eran idolatras. Adoraban al dios Quemos. Practicaban rituales rechazados por la cultura hebrea. La Ley de Moisés prohibía el matrimonio con los miembros de esas tribus: “Los amonistas y los moabitas no serán nunca admitidos en la congregación del Señor…” (Dt 23.4 (4)). A pesar de tal prohibición, los hijos de Noemí y Elimelec, se casaron con sendas jóvenes moabitas. Posiblemente el no encontrarse en tierras judías hacia pasable el hecho. Pero, indiscutiblemente, el punto es que una familia hebrea trasgrediese la Ley de Moisés significa un cambio sustancial en la perspectiva que los pueblos tienen de sus tradiciones. En sentido religioso, es el inicio de una genealogía que desemboca en el rey David, figura principal del pueblo de Israel y antecesor de Cristo. Vemos que sus orígenes no se encuentran totalmente en la ortodoxia del pueblo de Abrahám.
Quizás en descargo de los hijos de Noemí, estos fallecen en tierras de Moab, al igual que su padre. Noemí se ve obligada a regresar a Belén. Ruth no tiene obligación de acompañarla, pero insiste en trasladarse al pueblo en el cual vendría al mundo Jesús. Cuando entra a su pueblo natal, los vecinos la reconocen, pero ella les increpa que no la llamen más Noemí, sino Mará, que en hebreo significa amarga. Y es que amargos eran los días para las viudas que quedasen desamparadas, sin hijos. Era la dura exigencia de un mundo cuyas costumbres hoy las tildamos de bárbaras. Mas Noemí iba acompañada de Ruth, que posiblemente en lengua antigua significa amiga.
Ruth se acerca al campo de Booz en búsqueda del sustento. La ley permitía a los pobres recoger las espigas que iban cayendo detrás de los segadores. Otra característica de la sociedad tribal antigua. Una forma de permitirle a los desafortunados un medio de subsistir, en un mundo en el cual la seguridad social era inexistente y se dependía de la caridad de las buenas personas.
El nombre de Booz significa en hebreo en él (en el Señor) está la fuerza. Booz era hijo de Rahab, una ramera cananea de Jericó (Jos 2.1). Lo interesante de la historia de Rahab, es que atendió y dio refugio a dos enviados de Josué, quienes entraron a Jericó con la intención de espiar. Habiéndose enterado el rey de la ciudad de la presencia de los agentes israelitas, la cananea los protege y desinforma a las autoridades.
Toda esta historia tiene la intención de recordar que las bisabuelas del rey David eran: una, moabita y la otra, cananea. La dinastía que funda el rey David tiene su origen en sangre extranjera y de allí parte una descendencia que nos lleva al Mesías. Cristo predicó no sólo para el pueblo judío, sino para todas las naciones del universo.
Un hecho interesante es como se concreta el matrimonio de Ruth y Booz. Primero, era costumbre antigua que la familia tenía el deber de proteger a los parientes en desgracia. Especialmente a las mujeres. Así que Booz, siendo pariente de cercano de Noemí, tenía la responsabilidad de casarse con Ruth para garantizarle la descendencia a Elimélec. El hijo que tuviesen Ruth y Booz, seria considerado hijo de Mahlón, el difunto esposo de Ruth.
De allí que Noemí le explica a su nuera la costumbre hebrea y ella, sigilosamente, se acuesta a los pies de Booz. Hubo cierto engaño, ya que forzó el compromiso. La escena concluye con el gesto de echarle encima el manto que, según la costumbre de la época, significaba que la aceptaba como esposa.
Pero existía un posible problema. Booz no era el pariente más cercano de Noemí. Por lo tanto procede a instalarse en la puerta del pueblo. Invita a reunirse a diez ancianos y esperan al precitado pariente, a quien le corresponde las funciones de protección.
Es interesante la mención de situarse en la entrada del pueblo. Era el sitio en el cual se reunían las personas y se daban las noticias. Especialmente la de los viajeros, quienes portaban buenas y malas nuevas.
Allí se encuentran con el precitado pariente de Noemí. Booz, frente a testigos, le indica que ésta está vendiendo un terreno y que él tenía derecho de preferencia para la compra. A lo que el pariente manifestó su interés en la parcela. Pero, acotó Booz, la compra implica casarse con Ruth, a lo que rechazó la oferta bajo la previsión de no mezclar su herencia.
Se sella el acuerdo con la entrega de una sandalia a Booz. Esto era una costumbre antigua en la que se manifiesta la renuncia de un derecho en beneficio de otro.
De esta manera se funda la familia que originaria la siguiente genealogía: Obed, hijo de Ruth y Booz, Isai, hijo de Obed, y David el hijo de Isai. David pasa a ser la figura estelar del Antiguo Testamento. Ruth, la moabita, extranjera en tierras de Israel, da inicio a aquel linaje.